Ese archipiélago de momentos que es "X-Men: Dark Phoenix"



La Real Academia Española de la Lengua define "isla" como "porción de tierra rodeada de agua por todas partes" y "archipiélago" como un "conjunto, generalmente numeroso, de islas agrupadas en una superficie más o menos extensa de mar"; y me parece que ambos conceptos sirven bastante para definir a X-Men: Dark Phoenix: un conjunto de momentos, de escenas e ideas, que no guardan necesariamente relación entre sí como para crear una trama interesante o incluso cohesionada, pero que a pesar de eso están ahí para proponer ciertas ideas en esa "superficie más o menos extensa de mar" que es la saga mutante.

Para quien escribe, hablar de la Patrulla X siempre implica hacerlo desde una valoración subjetiva, en las buenas y sobre todo en las malas. Como probablemente muchos de ustedes, mi relación con los mutantes inició con la serie animada de los 90 y se perpetuó con dos cintas muy buenas en la primera parte de los 2000, por lo que su nivel de influencia durante la parte más determinante de mi infancia sigue con sus frutos más de 20 años después. Y comienzo diciendo esto porque estoy claro con que Dark Phoenix no es una buena película, ni si quiera una buena historia, pero a pesar de eso no puedo evitar ver en ella cosas que me agradan, me llaman la atención, y me hacen disfrutar su visionado una vez que voluntariamente te olvidas de tomarla demasiado en serio.

Sin embargo, también puede ser que la relación con ella esté fuertemente influenciada por la película que la precedió. A muchas personas les he dicho que X-Men: Apocalypse es mi mayor decepción amorosa, porque era muchísimo el potencial tras la historia de un mutante que es básicamente Dios, contada en un contexto que siempre destacó por tener los pies en la tierra y tratar de aterrizar lo más posible sus fantásticas historias. Pero Bryan Singer, Simon Kinberg, y todos quienes tenían poder de decisión terminaron inclinándose por los clichés y la parafernalia; creando una película de superhéroes que olvidó cómo habían cambiado las cosas en los últimos 15 años. Pero volvamos a Dark Phoenix.

Las adaptaciones a la saga del Fénix Oscuro no han tenido la aceptación de la fanaticada en ninguno de sus dos intentos. Los entendidos plantean que parte importante del problema está en que no han aceptado el carácter de ciencia ficción de la misma, donde el espacio exterior y las razas extraterrestres tienen un rol preponderante en el sentido de la historia. Por el contrario, las películas se centraron en que Jean presentara un trastorno de personalidad con el que el Fénix no es más que la denominación a su "yo" reprimido. En la versión de 2019 lo introdujeron como una entidad espacial, pero ésta terminó siendo sólo detonante de la "otra" personalidad del personaje interpretado por Sophie Turner. 
 
La incipiente bipolaridad de Jean fue la única temática social que estuvo presente en la cinta, y ni si quiera por eso fue desarrollada con la profundidad que una historia de los X-Men permite, así que no tiene mucho sentido darle mayores vueltas a eso. Lo rescatable está en las "nuevas" ideas que trajo a la Patrulla X de la gran pantalla, y digo "nuevas" entre comillas porque si bien no habían sido vistas en el cine, en las historietas tienen una larga tradición.

 
 
X-Men: Dark Phoenix fue diferente desde su gestación. De partida es la cuarta entrega en un Hollywood acostumbrado a las trilogías, lo que ya la hace un espécimen raro dentro de la media,  y en segundo lugar porque es la primera película dirigida por Simon Kinberg, quien previamente había sido parte del equipo creativo de la saga pero nunca había estado a la cabeza. Esos aires frescos se notan en la película, desde la gráfica en el título hasta la banda sonora, que se desmarca de forma clara de lo previo para tratar de entregar una nueva identidad. No sé si funciona, pero ahí está.

La película tiene pifias, pero también intenta cosas que habían sido obviadas en el pasado. En lo superficial, la inclusión de uniformes me parece que siempre es una ganada. A pesar de lo extensa de la saga, esta es recién la segunda vez que vemos los clásicos azul y amarillo en trajes del equipo de mutantes, lo que desde el corazón fanático siempre se agradece. También está la idea de los X-Men saliendo al espacio, que debuta en la pantalla grande a pesar de ser una instancia a la que se le puede sacar mucho partido, ya que posibilita llevar las habilidades de los personajes al extremo.

En lo argumental, hay un par de cosas que me parecen interesantes. En primera instancia la situación de Erik, quien se encuentra viviendo en una isla exclusiva para los mutantes (Genosha, asumo), donde en una forma de vida muy ecológica logra tener a su gente protegida y lejos de cualquier peligro. Y junto al hecho de verlo en una emblemática locación -de los cómics-, está el que ahora, de verdad, ha optado por dejar de matar. A diferencia de cómo fue en Apocalypse, donde lo abandonó por su vida en familia, acá le dice bastante sinceramente a Jean que se detuvo al notar que  no estaba logrando nada al hacerlo. En este sentido, me parece que se nos presenta a un Magneto más maduro y menos intenso. Un Erik que ha dejado de lado el melodrama y vive con lo práctico del día a día. Además que, y esto es completamente superficial e irrelevante, su vestimenta es casi igual al negro que utiliza en un comicazo, Magneto - Infamous de Cullen Bunn y Gabriel Walta.

 

Pero el cambio más significativo debe estar en el final. Luego de todo lo acontecido en la cinta, contra todo pronóstico (al menos desde lo que venían siendo las películas), Xavier es desterrado de su propia escuela, la que es cambiada de nombre a "Escuela Jean Grey para jóvenes mutantes" y con Hank McCoy como nuevo director.  Esta decisión me parece que es jugada, interesante, aunque no sé si la habrían tomado en caso de que la saga continuara en Fox. También bebe de los cómics, y es sinónimo del siguiente paso en la saga mutante, refrescar algunas cosas y avanzar con respecto a lo que eran sus nociones clásicas en los 90.

Y este último aspecto, la expulsión del Profesor, se produce por la propuesta que realmente más me gustó de la cinta: la "nueva" cara de Charles Xavier. Otro aspecto presente en los cómics pero inédito en las adaptaciones era el lado oscuro del psíquico. Tal como muestra la película, los éxitos de Xavier y su influencia en la esfera pública terminan por destapar un egocentrismo que siempre estuvo ahí, y que en el caso de Dark Phoenix lo muestra como el chico que es aceptado en el club de los populares pero que, ante el primer error, es rechazado nuevamente. Desde los primeros minutos vemos que Charles actúa para que sus mutantes figuren, mientras que Mystique y Beast muestran dudas sobre las decisiones que está tomando. 
 
El sueño de la escuela mutante ya se consagró y salvaron a la humanidad de su mayor amenaza con la derrota de Apocalipsis, por lo que su figura ascendió hasta el punto de ser elegido el hombre de año por la revista TIME (a pesar que eso no quedó en el corte final) y tener contacto directo con la Casa Blanca. Es difícil saber si se terminó corrompiendo por las alabanzas o si esa faceta siempre estuvo ahí, después de todo, en First Class Erik le pregunta si no está siendo arrogante al creer que la humanidad los aceptará en caso de evitar la Crisis de los misiles. Los únicos que quedan de la primera generación, los únicos vivos que lo conocen desde antes de transformarse en el Profesor, están cansados de la actitud que ha tomado. Raven muere queriendo irse de la mansión, Hank lo abandona para unirse a Magneto, y su viejo amigo, en una línea genial acompañada de perfectas expresiones faciales de Michael Fassbender, le deja en claro que está aburrido de su discurso: "siempre los sientes, Charles. Y siempre hay un discurso. Y ya no le importa a nadie".
 
Sin embargo, este arco finaliza amistosamente entre ambos personajes. Un Charles solo en algún café de Europa (creo), y un Erik que se sienta, tablero de ajedrez en mano, a ofrecerle el hogar que en este minuto no tiene. Considerando las 4 películas que pasamos junto a ellos, y los insostenibles 40 años en lo argumental, me parece que es un cierre lindo, simple, que de alguna manera viene a completar el viaje.
 
 

X-Men: Dark Phoenix es una cinta que intentó cosas nuevas en lo que al mundo mutante se refiere, pero la inexperiencia de su director y la negociación de Fox y Disney probablemente terminaron por pasarle la cuenta. No creo que considerando lo escrito mejore la idea que se tiene de ella, pero tal vez puedan disfrutarla como yo.

En el mismo año en que Endgame destrozó los cines, la única película que me repetí fue la última de la saga mutante. Porque quería ver al Xavier corrompido, al Erik en traje negro, las escenas espaciales de los X-Men y la Fénix con poderes de colores cósmicos. No quería ir a ver una buena historia, solo visitar nuevamente esos distintos momentos que hacían calentarme la cabeza con los mutantes y, en definitiva, querer seguir aprendiendo más sobre los X-Men.


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